miércoles, septiembre 05, 2007

El abanico


Video: Alcyna. Pinturas: Anne Bachelier. Música: Tornerai A. Ruggiero.

El abanico

— ¿Me esperará usted en ese antiguo café? Yo estaré leyendo un libro. Me reconocerá por el abanico.
— ¿Es que aun se usan los abanicos? Antes no lo llevaba usted.
— ¿Nunca le hablé de los guantes o del sombrero?
—Quizás entonces no tenía importancia. Ha pasado mucho tiempo. Yo llevaré un reloj de bolsillo… No le hable a nadie sin preguntarle la hora. Si soy yo, verá ese reloj dorado con cadena saliendo de mi bolsillo izquierdo.
— ¿Y por qué habría de preguntarle la hora, acaso tiene importancia la hora o el día?
— ¿Está segura que quiere encontrarse conmigo? Cuénteme, ¿qué imagen tiene usted sobre la mesa… ¿qué calles? ¿Estará iluminado, hay ya caminos? ¿Dónde me dijo que queda ese café?
— ¿Usted no es por casualidad aquel señor que conocí hace un tiempo en la casa de…?
— ¿Se refiere usted a…¿ la de las cartas? No, no es posible, ella no estaba ese día.
—Yo tampoco ¿Se burla usted? Entonces fue en el tren.
—Me parece que tiene usted razón. Fue un viaje muy largo.
—Sí, sí, ya lo recuerdo ¿Entonces viajamos juntos? Y cuénteme nos bajamos alguna vez ¿Caminamos por la nieve?
— Sí, fue allí donde perdí una cigarrera de plata con mis iniciales.
—No fumaba usted entonces.
—Sí, yo fumaba eso lo recuerdo.
—Entonces dígame cuáles eran sus iniciales.
—¿Tiene importancia acaso cuáles eran? No le diré mis iniciales. Ni antes ni ahora. Diré que no tengo nombre. Que no tenía nombre. Y usted ¿cómo se llamaba? Dígame aunque sea un solo nombre.
—No lo tengo, se lo daría, pero no lo tengo ¿Tiene importancia acaso? Pero usted ya me lo dio una vez, en el río, ¿se acuerda?, probamos unas manzanas muy dulces.
—Yo tengo muy mala memoria y no recuerdo que comiéramos manzanas junto a un río ¿Era la manzana de Eva?
—Una manzana cayó de un árbol y yo le pregunté si quería. Y usted dijo que sí.
—Tendría hambre, supongo.
—Sí, seguro que lo hizo por hambre y lo mismo hubiera dado piñas, uvas o plátanos fritos…
—Sí sí, usted emitía un extraño siseo, ahora lo recuerdo.
—No era yo, era usted.
—Es extraño yo nunca siseo, clavo directamente los colmillos.
—Está bien, está bien… no quiero recordar más detalles. Lo esperaré entonces en el antiguo café.
—...